martes, 12 de junio de 2007

El renacimiento de Lavezzi

Dicen que el fútbol da revancha...

La cosa no arrancó bien para Ezequiel Lavezzi: un par de frases erróneas a comienzo del año habían causado descontento entre los hinchas de San Lorenzo, que no entendían como un “mimado” de la casa podía decir lo que decía. “En San Lorenzo no juego más”, declaraba, a fines del 2006, ante la posibilidad de pasar a River.
La llegada de Ramón Ángel Diaz como técnico del azulgrana le dio una nueva esperanza a la gente, que pedía a gritos un cambio en el club. “Lavezzi vale 20 palos verdes y no creo que River lo pueda comprar”, declaraba el técnico, con la única intención de poder contar con el delantero rosarino para la nueva era que comenzaba.
Luego de varias idas y vueltas entre dirigentes y representantes, Lavezzi arregló su contrato y volvió a los entrenamientos con San Lorenzo. “Aunque meta muchos goles no sé si la gente se va a olvidar de esto”, declaraba “El Pocho”, luego de coquetear todo el verano con el club de Núnez.

Dicen que el fútbol, siempre, da revancha…

El buen comienzo de San Lorenzo en el torneo fue avivando la llama de la pasión y, de los insultos del año pasado tras dos goleadas importantes como lo fueron el 7 a 1 con Boca y el 5 a 0 Con River, se pasó al amor incondicional. Del odio al amor hay un solo paso: Lavezzi, con buenos partidos y volviendo a su mejor nivel, consiguió un gol fundamental, el primero del triunfo ante Boca en la Bombonera. En ese partido, luego de convertir, se fue lesionado. Y aplaudido.
Tanto se lo extrañó al rosarino en los partidos que no jugó, que la gente poco a poco se fue olvidando de sus palabras y fue entendiendo que un jugador de su categoría era indispensable en el equipo. “Yo me quedé en San Lorenzo para salir campeón. Y se me dio. Y estoy muy feliz. Es la mejor alegría de mi vida, es un sueño que se cumplió”, decía el domingo mientras, pese al frío, festejaba a lomo desnudo el campeonato.
El Nuevo Gasómetro se vistió de fiesta. Fue, sin objeciones, el día de San Lorenzo. Fue también la revancha de Lavezzi, que hizo de la mejor manera lo que tenía que hacer: jugar al fútbol y festejar.

Por Andrés Pujol

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