El peor crimen

Cabeza gacha, manos juntas y mirada desolada. Es la imagen que dibuja alguien que segundos antes empujaba la pelota al arco, para desatar la alegría de un buen número de gente. Algarabía traducida en un grito. Ese grito antecedido por una G, que le abre camino a un millar de letras O y que culmina con una, casi muda, L. El gol convertido genera pena en su autor.
Corre hasta la tribuna rival y exige perdón. Lo que sucede es que el crimen cometido acarrea una pena que puede ser eterna. Durante otros años vistió la camiseta de la víctima y ahora es el encargado de tomar ese puñal que llega a lo profundo del sentimiento del hincha. El mayor dolor es que el gol lo haya hecho él, no el gol en sí mismo.
Esta historia es repetida en el fútbol. Algún intrépido la bautizó como “La ley del ex”. Ley que se cumplió ayer en la final del reducido de la Primera B. Pablo Rodríguez convirtió a los 28 minutos de la segunda parte el 1-0 de Estudiantes a Morón.
Rodríguez dio sus primeros pasos en el Gallo. Allá por 1995, cuando con 15 años llegó al club, empezó el romance. Once años más tarde pegó la vuelta, y luego de un año sin mucha actividad partió hacia su actual club.
El dolor de Morón se potenció luego con el tiro de gracia de Juan Martín, quien a dos minutos del final aseguró la victoria del Pincha. El equipo de Della Pica jugará este sábado frente a Ferro la promoción por un lugar en la Primera B Nacional. Será en Caseros y sin público visitante.
Pablo Rodríguez recordará por mucho tiempo la tarde de ayer. Como la recuerdan todos los cumplen la “Ley del ex”. Seguramente quedará cacareando en la cabeza de los simpatizantes del equipo del Oeste de la Provincia Buenos Aires la duda de perdonar o no al autor de un duro crimen: hacer un gol.

Por Alejandro Manzano